La proteína, además de proveer energía, juega un rol esencial en nuestro organismo. Las proteínas están hechas de secuencias de aminoácidos y lo que hacen es fabricar y mantener los tejidos y protegernos de bacterias y de virus. Las proteínas, como las hormonas y las enzimas, también facilitan reacciones químicas. Nuestro organismo fabrica algunos aminoácidos pero los que se consideran esenciales los debemos ingerir de los alimentos.
Las necesidades que tiene el cuerpo de ingerir proteínas se logran satisfactoriamente con sólo consumir los alimentos que las contienen como son las carnes y los pescados;los productos lácteos como el yogurt y el queso; los huevos y varios tipos de cereales no refinados. Aquellos que realizan una actividad física intensa pueden satisfacer sus necesidades nutricionales con una dieta equilibrada, compuesta de alimentos de buena calidad y suficiente líquido, sin la necesidad de comer proteína en exceso.
Si comemos proteínas de más, el organismo las “quemará” para producir energía a través de un proceso altamente ineficiente. Y, como pasa con los demás macronutrientes, el exceso no va a formar más músculo, sino que se deposita como grasa.
Un caso extremo es el que se observa a diario con el consumo de pastillas de aminoácidos. Cuando se consumen como tal, los aminoácidos no cumplen sus funciones con tanta eficacia como cuando se obtienen de los alimentos.
La mejor forma de maximizar los beneficios que se obtienen de las proteínas es ingiriendo la cantidad necesaria para las funciones vitales y para el ejercicio físico: un 60% de los carbohidratos, no más de un 30% de las grasas y el resto de las proteínas.
La cantidad de proteínas a ingerir en una sola comida no debe exceder los 60 gramos, siendo la cifra ideal de 35 a 40 gramos.
¿Entonces que pasa con el exceso de proteínas?
Las proteínas consumidas en exceso, que el organismo no necesita para sus funciones específicas, se queman en las células para producir energía y dejan residuos metabólicos, (como el amoniaco), que resultan tóxicos para el organismo.El amoníaco es transformado en el hígado en urea, que se expulsa por la orina. Cuando el riñón no filtra toda la urea formada, esta se acumula en sangre, dando lugar al estado urémico(gota).Es muy frecuente que las personas que consumen mucha carne sufran los síntomas característicos de un aumento de amoníaco que se traduce en jaquecas, irritabilidad, mala concentración, nauseas, diarrea, confusión, etc. En los atletas un aumento del nivel de urea por un exceso de proteínas previo a una competencia les puede acarrear fatiga muscular, por intoxicación urémica.Se ha asociado el exceso de proteínas en la dieta a enfermedades del riñón, debido a su mayor exigencia en eliminar más nitrógeno, y riesgo de cálculos renales por una mayor eliminación de calcio. En las poblaciones que comen carne regularmente hay mayor incidencia de osteoporosis y fracturas de cadera y también mayor frecuencia de cáncer de colon.
Y esto es aún peor cuando las proteínas se obtienen de fuentes no alimentarias, como son los suplementos dietéticos(batidos ,barritas,pastillas de aminoácidos). Además de que son muy costosos, estos suplementos no son necesarios porque las proteínas consumidas en exceso no favorecen ni el rendimiento ni la fortaleza muscular.
Puede tener otras consecuencias negativas como: la sobrecarga de trabajo al hígado y los riñones; la intensa formación de ácido en el estómago; el aumento del calor corporal; estreñimiento; la posible aparición de enfermedades del hígado, arterias y articulaciones, y, a largo plazo, fatiga, cansancio, decaimiento y envejecimiento prematuro.
Todas estas razones deben hacernos reflexionar sobre la conveniencia de exagerar el consumo de proteínas.¿Proteínas? Sí, pero las justas. Ni más, ni menos.
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