Merece la pena leerlo.
Son ya las 11 de la noche del jueves y salgo del refugio
Bertone, el último de los 50 puntos de control y avituallamientos, ya solo me
queda descender 750 m hasta Courmayeur y dar por finalizada esta locura y me
marco mi último objetivo, llegar antes de las 12, solo pienso en dormir en una
cama.
Ahora que ya estoy seguro de acabar es el momento de echar
la vista atrás, pero no debo desconcentrarme ya que la bajada es muy fuerte por
un bosque lleno de raíces y piedras, que te pueden dar un susto en cualquier
momento, máxime cuando las pilas del frontal están en las últimas y la pierna
derecha la llevo arrastras.
Este tipo de carreras no empiezan en la línea de salida sino
muchos meses atrás, en este caso el 1 de febrero cuando se abrió el plazo de
inscripción para 500 plazas y en 27 minutos ya lo habían hecho 650 personas,
gente de todo el mundo. A partir de ahí meses de entrenamiento, participando en
pruebas cada vez más duras como el maratón de montaña de Zegama, la Travesera
de Picos de Europa, el ultra trail de Andorra de 170 km y 26.000 m de desnivel
o entrenos salvajes por Picos uniendo todos los refugios de los 3 macizos sin
parar, 125 km y 18.000 m de desnivel en 32 horas, todo para llegar aquí con más
opciones de derrotar a esta carrera, aunque todo parece poco si estamos
hablando de la “Tor des Geants”, cualquier ultra a su lado parece de juguete,
es probablemente la carrera de montaña más dura del mundo, 333 km por los Alpes
con un desnivel de más de 50.000 m acumulado, sin etapas, en un tiempo máximo
de 150 horas, 6 días y 6 horas.
Para evadirme del dolor de la pierna repaso la película de
la carrera, parece que ha pasado ya una vida desde el pasado domingo a las 10
de la mañana cuando partimos de donde estoy a punto de llegar en medio de un
ambiente espectacular, para mi uno de los momentos más emocionantes y bonitos,
con la adrenalina a tope, botando al ritmo de la música y el helicóptero
zumbando, hasta que se da la salida y tras un grito a correr, hasta que el
silencio se impone y quedas solo con tus miedos y pensamientos.
El tiempo es muy bueno y salgo tranquilo, esto es muy largo,
pero enseguida ya estoy remontando, quizá el ritmo sea demasiado rápido, pero
quiero hacer caso a mis sensaciones y son muy buenas, así que hasta la 3ª base
de vida situada en Donnas, cota más baja de la carrera a 330 m, solo paré lo
imprescindible para comer. Eran las 7 de la tarde del lunes, o sea que en 33
horas había hecho 150 km y 18.000 m de desnivel y había pasado por la cota más
alta, el col de Loson (3.296 m), que casualmente tuve la suerte de coronar en
el momento de amanecer, con una vista espectacular como premio a una dura
noche.
En Donnas mi intención inicial era parar unas 3 horas,
ducharme, cambiarme, comer y dormir un par de horas, pero por el calor, el ruido
o que no tenía sueño, no pegué ojo y a la hora de acostarme me levanté para no
perder más tiempo. Aquí vivo mi primer momento crítico al darme cuenta de la
verdadera dimensión de la carrera, lo que significaban 333 km y el estado en el
que me encontraba sin haber llegado a la mitad, varias uñas moradas, cuádriceps
doloridos y una fatiga grandísima que me hacen dudar de mis posibilidades. El
bajón moral era muy grande, así que llamé a mi mujer Lola para que me inyectara
un poco de fuerza para seguir.
Decir que la organización te da una bolsa donde puedes meter
lo que quieras y te la llevan a cada una de las 6 bases de vida que hay. Así
que cambié de zapatillas por las que llevé al desierto en el maratón de Sables
y al ser medio número mayor me fueron de maravilla.
A las 21:30 del martes salgo sin haber dormido aún nada en
busaca de la 4ª base de vida a 52 km y más de 8.000 m de desnivel. Y hacia las 3 de la mañana paro a dormir en
el refugio Coda (km 166), pido que me despierten en una hora y cuando lo hacen
no tengo ni mal cuerpo, era como si no me hubiera acostado aún, pero debió de
valer porque el resto de la etapa la hice muy bien, llegando a Gressoney (km 200) hacia las 18 horas del martes y solo
paro una hora para comer y descansar un poco antes de partir hacia
Valtournenche, 5ª base en el Km 236. Aquí iba en el puesto 21 y me encontraba
relativamente bien, pero todo empezó a cambiar y los últimos 100 km fueron de
verdadero sacrificio.
En vez de dormir algo aquí, salgo hacia las 19 horas con
Pierre, un suizo al que en la etapa anterior había esperado cuando pasaba un
momento malo, a dormir en el siguiente refugio (km 207), al que llegamos a las
20:15 y decidimos madrugar un poco y levantarnos a la hora y media,
pulverizando mi record de madrugar que tenía al levantarme a la 1 de la mañana
el día de subir al Monte Rosa, cumbre que pronto vería en el horizonte. A las 10 de la noche ya estábamos en marcha
en plena noche, con frío, sueño, 1.000 m
de desnivel por delante y la moral por los suelos, y como las previsiones
meteorológicas suelen ser acertadas, se puso a llover con fuerza, que angustia.
Pero siempre puede ser peor y me empezó a molestar la pierna derecha a la
altura glúteo-cadera, que como es natural fue a más, condicionando mi carrera
de aquí al final.
La noche se estaba haciendo tan larga y dura que volvemos a
parar una hora hacia las 3 de la mañana (km 222), recuerdo que para motivarme
solo pensaba que pronto tenía que salir el sol, pero el día amaneció nublado,
húmedo y frío y la pierna a peor. Mi única esperanza era que en la siguiente
base los servicios médicos me solucionaran el problema de la pierna, sino no
podría seguir, ya que quedaban 100 km de subir y bajar montañas.
A Valtournenche (Km 236) llegué a las 9 de la mañana del
miércoles, como algo, me ducho, me
cambio de ropa y voy al médico, quien me dice que es un problema muscular y me
da un calmante que me quitará el dolor, durante un tiempo, y me dan un masaje
de piernas que se sienta fenomenal. Mientras tanto, Pierre estaba sobando y
hacia las 11 salimos hacia Ollomont, última base en el Km 283.
Estaba lloviendo y hacía frío, así que me abrigué con todo
lo que llevaba, ya que en esta etapa se hacían más de 20 km a cotas alrededor
de 2.700 m y cuando empezaba a oscurecer ya marcaba el termómetro cero grados, nevaba y un viento
que te traspasaba hasta el tuétano.
Paramos en el último refugio antes de empezar el descenso de
1.300m donde tomé un caldo bien caliente y les anticipé a los voluntarios que
esa noche iban a tener mucho trabajo, pero la organización, con buen criterio,
neutralizó la carrera varias horas hasta las 9 de la mañana. Por la noche se
registraron -14 ºC.
Ya estábamos en la 4ª noche y solo había dormido 3 horas y
media en 3 veces, así que decidimos parar en el siguiente refugio (km 275) a
dormir un poco, nos quedaban un par de horas de subida por un bosque y si
llegué fue gracias a Pierre que no me dejó solo, porque el sueño me venció y
llegué a tener alucinaciones y pesadillas mas propias de un viaje de LSD. Ahora
entiendo porqué en la 1ª noche me encontré a uno tirado al pie del camino de
tierra mojada a 3000 m, donde no se podía parar de frío y es que el cerebro
llega un momento que se desconecta. Pero la desesperación fue máxima cuando el
refugio solo era un puesto de socorro y no se podía dormir, había que seguir y
hasta que coronamos el col no recuerdo nada, no se como llegué hasta allí.
Eran más de las 5 de la mañana del jueves y en el
avituallamiento anterior a la base de Ollomont nos retuvieron hasta las 9 por
la neutralización de la carrera. Era una pequeña carpa con 4 camillas ya
ocupadas, y los demás tirados por el suelo, destemplados y agarrotados por el
frío; la escena parecía propia de un hospital de campaña de la 1ª guerra
mundial. Yo me senté en una silla, pero me deslizaba y no tenía donde apoyar la
cabeza, así que apenas pude dar alguna cabezada. Lo que parecía imposible era
que esos cadáveres se reactivaran instantáneamente al oír que la carrera se
relanzaba en 5 minutos y ya estábamos corriendo hacia la 6ª y última base, Km
283, donde apenas paramos unos minutos y salimos disparados a por los últimos
50 km y 6.000 m de desnivel.
El día amaneció frío, pero soleado y el afrontar ya el tramo
final me dio una energía extra que no se de donde saqué. Subí el primer puerto
como un tiro, pero en la bajada se debió de acabar el efecto de lo que me dieron hacía unas 24 horas y ya
fue un calvario hasta la meta. Aquí el terreno era muy favorable para correr y
yo solo podía caminar con dolor y cojeando, así que voy perdiendo posiciones
hasta llegar a la última subida, el col de Malatra de 2.936 m. El viento helado
soplaba de frente, dificultando la subida y dejándote tieso de frío. Paro
tranquilamente en el refugio del Lago (2.537 m) para entrar en calor y coger las
últimas energías para afrontar los últimos y más difíciles metros de ascensión
por la nieve caída la noche anterior, aún no ha oscurecido, pero veo que va a
ser muy complicado pasar por aquí a medida que endurezca la nieve.
De hecho, horas más tarde la organización tuvo que ir a
rescatar a 4 corredores y se vió obligada a dar por finalizada la carrera en el
Km 303 y solo 73 pudimos hacer el recorrido completo hasta Courmayeur, en cuyas
calles ya me encuentro.
Pasan unos minutos de las 12 de la noche y antes de entrar
en la alfombra roja que me lleva a la meta, llamo a Lola de nuevo, al igual que
hice en la salida, para que viva en directo mi llegada y escuche los cencerros
y vítores de la gente que a pesar de la hora y el frío, allí están, animando.
Una vez cruzada la meta, el speaker me pregunta por la carrera y le digo que es
durísima, pero que mas duro soy yo. Es tan extrema que te exige dar hasta lo
que no sabías que tenías y jamás pensé que podía estar 4 días y medio durmiendo
5 o 6 horas en total y sin parar de subir y bajar montañas, de día, de noche,
con calor, con frío, con viento, con lluvia, con nieve y si lo logré fue por la
voluntad inquebrantable de querer hacerlo, sino es así no tienes ninguna
posibilidad.
Al final acabé en 110 horas, pero la organización me
descontó 6 por la neutralizaciones, así que hice la Tor des Geants en 104 horas, en el puesto 48 de 650.
Y aunque durante la carrera juré no volver jamás, ni
recomendar este matadero, después de unos días de relax y
participar en la entrega de trofeos, voy cambiando de opinión y esta carrera te
da mucho más de lo que te quita, los paisajes son espectaculares y al ser tan
larga hace que la estrategia sea muy importante, lo que la hace diferente a
todas.
Por último agradecer a todos los que me habéis animado o
seguido, en especial a mi hermano José Angel, así como a mis dos compañeros de
aventura y apartamento, Ximo y Topete y por supuesto a Lola, que sin su apoyo
no sería posible hacer esto.
2 comentarios:
Increíble la narración. Me resulta difícil concebir tamaño esfuerzo. Superman no es solo un héroe de comic, existen.
¡¡¡¡ BUFFFF!!!!! me duelen hasta las pestañas solo con leer la crónica. Este tipo ye un crack.
Impresionante el aguante del cuerpo humano. Felicidades por la aventura realizada.
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